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martes, octubre 30, 2007

El honor y la guerra

Extraído de “El libro de Mirdad”, de Mikhail Naimy, capítulo ventiocho - El príncipe de Bethar aparece con Shamadam en el Nido del Aguila. El coloquio entre el príncipe y Mirdad sobre la guerra y la paz. Mirdad es hecho encarcelar por Shamadam.
… “PRINCIPE: ¿Qué dices de mi honor que vale más que todas mis posesiones?
MIRDAD: El único honor del hombre es llegar a ser Hombre a imagen y semejanza de Dios. Todos los demás honores son deshonores.
Todos los honores concedidos por los hombres son fácilmente destruidos por los hombres. Un honor escrito a punta de espada es fácilmente borrado por la espada. Ningún honor, ¡oh, príncipe!, vale una flecha oxidada, menos aún una ardiente lágrima, y todavía menos una gota de sangre.
PRINCIPE: ¿Y la libertad – la mía y la de mi pueblo -, no vale el mayor sacrificio?
MIRDAD: La verdadera libertad requiere el sacrificio del yo. Las armas de tu vecino no la pueden anular; tus propias armas no la pueden ganar ni defender. Y el campo de batalla es para ella una sepultura.
La verdadera libertad se gana o se pierde en el corazón.
¿Quieres la guerra? Declárala dentro de tu propio corazón. Desarma tu corazón de toda esperanza, miedo y deseos vanos que transforman tu mundo en una prisión sofocante, y lo hallarás más amplio que el universo, andarás por ese universo a tu antojo y no tendrás impedimento alguno.
Esta es la única batalla que vale la pena entablar.”…

domingo, febrero 11, 2007

¿El Hombre perdió la Verdadera llave? O es que; ¿Acaso olvidó que siempre la tenía dentro de él?

Cuando leía “El Libro de Mirdad”, encontré algo que llamo mucho mi atención, por lo cual la comparto con aquellos que visitan mi blog:
“...Cuando Dios el Impronunciable, os pronunció a sí mismo, El se pronunció en vosotros. Vosotros sois, por lo tanto, también impronunciables. Dios no os dotó de ninguna fracción de Sí mismo, pues El es indivisible, sino que os dotó de toda su divinidad, indivisible, impronunciable. ¿A qué mayor herencia podéis aspirar vosotros? ¿Y quién o qué puede impediros disponer de ella, sino vuestra propia timidez y ceguera? En lugar de estar agradecidos por esa herencia y en lugar de procurar los medios para poder tomar posesión de ella, algunos hombres - ¡ciegos e ingratos! – hacen de Dios una especie de estercolero al que arrojan sus dolores de muelas y de vientre, sus pérdidas financieras, sus querellas, sus venganzas y sus noches de insomnio. Otros hacen de Dios su tesoro, donde esperan encontrar en todo momento lo que desean, dado que codician poseer todos los oropeles del mundo. Todavía existen otros que hacen de Dios el administrador de sus intereses particulares. Pretender que Dios no sólo mantenga al día las cuentas de lo que poseen y de sus deudas, sino que también cobre lo que se les debe, consiguiendo siempre un pingüe y generoso saldo a su favor. Sí, son muchas y diversas las tareas que los hombres asignan a Dios. Muy pocos se dan cuenta de que si en verdad ellas estuviesen a cargo de Dios, El las ejecutaría solícito y no necesitaría de hombre alguno para incitarle a ello o hacérselo recordar. ¿Acaso le recordáis a Dios las horas en que debe nacer el Sol o ponerse la Luna? ¿Acaso tenéis que recordarle las innumerables cosas que llenan este infinito universo? ¿Acaso os favorece menos que a los gorriones, al grano y a la araña? ¿Por qué no recibís, como ellos, vuestros presentes y os ocupáis de vuestras tareas, sin alaridos ni genuflexiones con los brazos extendidos, y sin buscar ansiosamente conocer el mañana? ¿Y dónde está Dios para que necesitéis gritarle, en Sus oídos, vuestros caprichos y vanidades, vuestras alabanzas y vuestras quejas? ¿No está El en vosotros y en todo lo que os rodea? ¿No está su oído mucho más próximo a vuestra boca de lo que está vuestra lengua de vuestro paladar? Le basta a Dios con su divinidad, de la que vosotros tenéis la semilla. ¿Si Dios, habiéndoos dado la semilla de su divinidad, tuviese que cuidar de ella en lugar de vosotros cuál sería vuestra virtud? ¿Y cuál sería el trabajo de vuestra vida? ¿Y si vosotros no tuvieseis trabajo alguno que ejecutar, sino que Dios tuviese que ejecutarlo para vosotros, qué sentido tendría entonces vuestra vida? ¿Y de qué valdrían todas vuestras oraciones? No elevéis a Dios vuestras innumerables preocupaciones y esperanzas. No le pidáis que os abra las puertas de las que El os dio las llaves. Mas buscadlas en la inmensidad de vuestros corazones, pues en ella se encuentra la llave de todas las puertas. Y en la inmensidad del corazón están todas las cosas por las que sentís sed y hambre, sean para bien o para mal...”

sábado, enero 27, 2007

¿Relatividad o Dualidad?

Cada vez recuerdo el concepto de la “Relatividad”, lo asocio al concepto de “Dualidad” que no son mas que la constante repetición de las cosas y su anulación del uno con el otro, para ser más claros, puedo decir: “Día y Noche, Guerra y Paz, Alegría y Tristeza, Odio y Amor, Positivo y Negativo, Vida y Muerte”, que son la constante en el mundo que vivimos y que muchas veces ni nos damos cuenta de ello.
Por eso en la antigüedad se decía que se debe conocer todo esto, como base del “Conocimiento de sí mismo”, claro que en un contexto mucho más profundo y de mucho significado….
Para resumir y rescatar aquella enseñanza, acabo de transcribir una pequeña parte que hace referencia a ello en “El Libro de Mirdad de Mikhail Naimy”:
“… ¿Por qué decís que el crecimiento es crecimiento y la decadencia es decadencia, y que uno es enemigo del otro?
¿Ha crecido alguna cosa sin que lo haya hecho a costa de aquello que decreció? ¿Y decayó algo que no fuese en beneficio de lo que crece?
¿No crecéis vosotros por una decadencia continua? ¿Y no estáis en decadencia por un continuo crecimiento?
¿No son los muertos el subsuelo de los vivos, y los vivos el granero de los muertos?
Si el crecimiento es hijo de la decadencia y la decadencia es hija del crecimiento, si la vida es hija de la muerte y la muerte hija de la vida, entonces verdaderamente ambas son sólo una en todos los puntos del tiempo y del espacio.
Y en verdad vuestra alegría de vivir y de crecer es tan estúpida como vuestro dolor por decaer y morir.”

jueves, enero 18, 2007

Sobre la oración - Del Libro de Mirdad de Mikahil Naimy

Para compartir algo interesante con aquellas personas que visitan mi blog, acabo de transcribir una parte del "Libro de Mirdad de Mikahil Naimy":

...“Cuando Dios el Impronunciable, os pronunció a sí mismo, El se pronunció en vosotros. Vosotros sois, por lo tanto, también impronunciables.
Dios no os dotó de ninguna fracción de Sí mismo, pues El es indivisible, sino que os dotó de toda su divinidad, indivisible, impronunciable. ¿A qué mayor herencia podéis aspirar vosotros? ¿Y quién o qué puede impediros disponer de ella, sino vuestra propia timidez y ceguera?
En lugar de estar agradecidos por esa herencia y en lugar de procurar los medios para poder tomar posesión de ella, algunos hombres - ¡ciegos e ingratos! – hacen de Dios una especie de estercolero al que arrojan sus dolores de muelas y de vientre, sus pérdidas financieras, sus querellas, sus venganzas y sus noches de insomnio.
Otros hacen de Dios su tesoro, donde esperan encontrar en todo momento lo que desean, dado que codician poseer todos los oropeles del mundo.
Todavía existen otros que hacen de Dios el administrador de sus intereses particulares. Pretender que Dios no sólo mantenga al día las cuentas de lo que poseen y de sus deudas, sino que también cobre lo que se les debe, consiguiendo siempre un pingüe y generoso saldo a su favor.
Sí, son muchas y diversas las tareas que los hombres asignan a Dios. Muy pocos se dan cuenta de que si en verdad ellas estuviesen a cargo de Dios, El las ejecutaría solícito y no necesitaría de hombre alguno para incitarle a ello o hacérselo recordar.
¿Acaso le recordáis a Dios las horas en que debe nacer el Sol o ponerse la Luna?
¿Acaso tenéis que recordarle las innumerables cosas que llenan este infinito universo?
¿Acaso os favorece menos que a los gorriones, al grano y a la araña? ¿Por qué no recibís, como ellos, vuestros presentes y os ocupáis de vuestras tareas, sin alaridos ni genuflexiones con los brazos extendidos, y sin buscar ansiosamente conocer el mañana?
¿Y dónde está Dios para que necesitéis gritarle, en Sus oídos, vuestros caprichos y vanidades, vuestras alabanzas y vuestras quejas? ¿No está El en vosotros y en todo lo que os rodea? ¿No está su oído mucho más próximo a vuestra boca de lo que está vuestra lengua de vuestro paladar?
Le basta a Dios con su divinidad, de la que vosotros tenéis la semilla.
¿Si Dios, habiéndoos dado la semilla de su divinidad, tuviese que cuidar de ella en lugar de vosotros, cuál sería vuestra virtud? ¿Y cuál sería el trabajo de vuestra vida? ¿Y si vosotros no tuvieseis trabajo alguno que ejecutar, sino que Dios tuviese que ejecutarlo para vosotros, qué sentido tendría entonces vuestra vida? ¿Y de qué valdrían todas vuestras oraciones?
No elevéis a Dios vuestras innumerables preocupaciones y esperanzas. No le pidáis que os abra las puertas de las que El os dio las llaves. Mas buscadlas en la inmensidad de vuestros corazones, pues en ella se encuentra la llave de todas las puertas. Y en la inmensidad del corazón están todas las cosas por las que sentís sed y hambre, sean para bien o para mal...”