Siempre pensé que la costumbre era muy fuerte pero nunca imagine cuánto hasta hoy, peor aún cuando ha sido acompañada de personas y momentos agradables. Más no hay como el orgullo, que es un gigante (me imagino al ciclope de “Homero”), que por su tamaño puede dejar de lado absolutamente todo, ya que con un ojo apenás puede ver la realidad, y lo que ve cree que es todo. Y la razón es un chispazo que a veces pasa como una estrella fugaz.
Qué realidad más dura y triste!
Presiento que es un laberinto, del cual estoy queriendo salir, pero que en la próxima curva me puedo entretener con algo más que mi “ciclope” proyecte.
¿Dónde esta la razón?
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