Extraído de “El libro de Mirdad”, de Mikhail Naimy, capítulo ventiocho - El príncipe de Bethar aparece con Shamadam en el Nido del Aguila. El coloquio entre el príncipe y Mirdad sobre la guerra y la paz. Mirdad es hecho encarcelar por Shamadam.
… “PRINCIPE: ¿Qué dices de mi honor que vale más que todas mis posesiones?
MIRDAD: El único honor del hombre es llegar a ser Hombre a imagen y semejanza de Dios. Todos los demás honores son deshonores.
Todos los honores concedidos por los hombres son fácilmente destruidos por los hombres. Un honor escrito a punta de espada es fácilmente borrado por la espada. Ningún honor, ¡oh, príncipe!, vale una flecha oxidada, menos aún una ardiente lágrima, y todavía menos una gota de sangre.
PRINCIPE: ¿Y la libertad – la mía y la de mi pueblo -, no vale el mayor sacrificio?
MIRDAD: La verdadera libertad requiere el sacrificio del yo. Las armas de tu vecino no la pueden anular; tus propias armas no la pueden ganar ni defender. Y el campo de batalla es para ella una sepultura.
La verdadera libertad se gana o se pierde en el corazón.
¿Quieres la guerra? Declárala dentro de tu propio corazón. Desarma tu corazón de toda esperanza, miedo y deseos vanos que transforman tu mundo en una prisión sofocante, y lo hallarás más amplio que el universo, andarás por ese universo a tu antojo y no tendrás impedimento alguno.
Esta es la única batalla que vale la pena entablar.”…
MIRDAD: El único honor del hombre es llegar a ser Hombre a imagen y semejanza de Dios. Todos los demás honores son deshonores.
Todos los honores concedidos por los hombres son fácilmente destruidos por los hombres. Un honor escrito a punta de espada es fácilmente borrado por la espada. Ningún honor, ¡oh, príncipe!, vale una flecha oxidada, menos aún una ardiente lágrima, y todavía menos una gota de sangre.
PRINCIPE: ¿Y la libertad – la mía y la de mi pueblo -, no vale el mayor sacrificio?
MIRDAD: La verdadera libertad requiere el sacrificio del yo. Las armas de tu vecino no la pueden anular; tus propias armas no la pueden ganar ni defender. Y el campo de batalla es para ella una sepultura.
La verdadera libertad se gana o se pierde en el corazón.
¿Quieres la guerra? Declárala dentro de tu propio corazón. Desarma tu corazón de toda esperanza, miedo y deseos vanos que transforman tu mundo en una prisión sofocante, y lo hallarás más amplio que el universo, andarás por ese universo a tu antojo y no tendrás impedimento alguno.
Esta es la única batalla que vale la pena entablar.”…
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