Y de pronto recordé a aquel que todos veían.
No estoy seguro si era una persona o pretendía serlo, pero a veces
actuaba como tal. Se percibía que tenía una enfermedad que le atormentaba,
porque todos lo veían como “una sombra extraña”
Y por esas casualidades de la vida, en una noche sombría mientras
caminada sin rumbo y cavilando sobre la vida, como de la nada, apareció
caminando a mi lado al mismo ritmo, por un momento creí que era mi sombra, pero
era aquel personaje extraño. Caminamos un buen rato, sin cruzar palabra alguna,
hasta que se rompió el silencio y el preguntó: ¿Usted cree que el sentido de la
vida es “nacer, brillar y descender”?. Al escuchar esas 3 palabras poco comunes
de definir la vida, recordé un libro que había leído hacía pocos días y era
justo lo que en esa noche me encontraba cavilando. Tardé en responder y cuando
había terminado de explicar lo que creía, se esfumó aquel compañero o sombra
extraña sin despedirse.
Fue así que con ese extraño se dieron las conversaciones más existenciales,
más filosóficas e interesantes que había tenido. Lo más extraño es que las conversaciones
siempre que concluían, quedaban más preguntas que respuestas.
Una vez que le pregunté si su sufrimiento era por amor, me dijo: “En
verdad sufro por el primer amor, que no recuerdo cómo era y eso es lo que me
consume”, y volví a preguntar: ¿Sufres por algo que no recuerdas? Y me dijo: ¿Nunca
has leído la Biblia cuando se dice al hombre “has olvidado tu primer amor”? Esa
pregunta me dejó pensando y prosiguió: “El amor que ahora conocemos es una de
las enfermedades más mortales de la humanidad. Seguro creerás que te digo una
locura, pero verás que a nombre del “amor” el hombre o la mujer pierden la
cabeza y las estadísticas sobre suicidios o crímenes pasionales son de los más
terribles en el mundo entero, quizás más alto que las muertes por cáncer o
cualquier otra enfermedad mortal que te imagines. No debes olvidar también que
las depresiones son por esta razón.”.
En otra ocasión conversamos sobre la muerte y me dijo: “Es en realidad
lo que debemos llamar a este proceso de existencia que mal denominamos “vida”,
porque a cada segundo todo muere. Recuerda que desde que el bebé está en el
vientre de la madre, ya lleva el gen de la muerte. Las células por más que se
lleguen a regenerar cada 7 años, van en proceso de muerte. Y en verdad estamos
llamados a la Vida, pero todo el tiempo es una lucha contra la muerte, porque, ¿acaso
no hay nada más seguro que la muerte? Recuerda que para “morir, sólo se
necesita estar vivo”, o no?”.
Otra noche, hablamos de religión y aquella vez dijo: “Swift tiene una
frase que me gusta mucho: Tenemos tanta religión para odiarnos, pero no
suficiente como para amarnos. Por esa razón considero que la religión debe ser
algo muy interior y personal, que no se consigue en ningún tipo de edificación
exterior, sino desde el interior como verdaderos constructores libres. Te
recuerdo que Mikahil Naimy en uno de sus libros escribió “quien no pueda
encontrar un templo en su corazón, jamás encontrará su corazón en un templo”.”.
Y así cada noche que caminaba por las calles oscuras, toda la gente me
veía como si tuviera una extraña sombra cuando era acompañado de aquellas
conversaciones excepcionales que no se encontraban en ningún libro, en los periódicos
o la televisión.
La única vez que vi a este compañero de conversaciones frente a frente quedé
aterrorizado…
Trataré de relatar lo que sucedió: Aquel compañero nunca se le veía la
cara. Hubiera querido no conocerlo de esa manera, debido a que ahora, ya no
quiero volver a verle más, aunque ahora lo veo y ya no conversamos, pero hoy lo
volví a ver y por eso escribo.
Todos esos días le he visto muy débil, decaído, como una sombra viviente.
Justo cuando terminaba de pensar en eso me dijo: “Meyrink decía que la sombra
es el vínculo que nos une a la tierra, el fantasma negro que sale de nosotros y
delata a la muerte que habita en nuestro interior cuando una luz ilumina
nuestro cuerpo.” Y esa noche sentí como si yo fuera Dr. Jekyll y él Mr. Hide (el
que se esconde), aunque era bastante diferente de aquel relato, pero cuando le
pregunté a él quién en verdad era me respondió: “Vamos al espejo y verás. Acaso
tu sabes quién en verdad eres? Y me dijo mírate al espejo.” Cuando miré, no
había mi reflejo, sino que era aquel con el que siempre había conversado, mi “sombra
extraña” era uno conmigo o quizás yo era él?
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