miércoles, mayo 09, 2012


Nunca me enfrente a un desafío tan grande como fue: a mi soledad.
Fue en ese momento donde me descubrí…. Supe mis debilidades, las que decía ser también mis fortalezas y todas las cosas que hago, hice y… soy. El momento de escuchar a todo mi entorno, mis pensamientos, mis ideas, mi respiración, mis sentimientos y si se puede decir, mi corazón… no puedo negar que en un momento crucial, hubo hasta una desesperación…
Fue como mirarme en el espejo y encontrar a un desconocido, comparado con unos ideales esperados… pero en el momento fue saber que son sólo eso… simples “ideales”. Surgieron preguntas como: “¿quién eres?, que hiciste hasta ahora?, entre muchas más de las que no hubo respuesta, sólo un eco en el espacio de estrellas y planetas que tengo en mi dormitorio”. Estas preguntas venían de algún lado del espejo…
Y me vino la pregunta, por qué en el mismo evangelio, aquel dice “lo que no quiero hacer eso hago…”
Me reconozco en esa frase, lo triste es que aún estoy lejos de un evangelio… quizás es un buen momento para mirar en el “jardín interior” y descubrir la rosaleda….
Todo ello se dio en “soledad” porque ese cavilar existencial sólo tiene lugar en esos momentos de reflexión al encontrarse con “ese otro y mirarse…” 

4 comentarios:

Antevasin dijo...

En la soledad, en su silencio, es cuando escuchamos nuestra voz interior. Estamos tan inmersos en el ruido de la vida que por más que nos grite el alma no la oimos. Aunque sé que es doloroso, me alegro que hayas llegado a conocerte.Seguro te sorprendes, nos pasa a todos.
Un saludo.

Diego Belfort Burton dijo...

Tienes razón... quizás nuestra alma grita y nunca la escuchamos. Lo único que queda es "ese algo" que nos mueve a buscar, sin saber qué es realmente.

Antevasin dijo...

Hola. Gracias por tu comentario.
Mil correo es:
mariquijote@gmail.com.

Un saludo.

Diego Belfort Burton dijo...

Gracias! Espero tu respuesta.