jueves, abril 19, 2012

"Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan".
Este tipo de pensamientos rondan todos los días en mi cabeza.... me ha dejado marcado. Realmente dejaron huellas. ¿Qué hacer ahora que ya no existe todo lo que se construyó? ¿Dónde dejar o ahogar todo ese sentimiento?
Considero desesperante la situación.... al encontrarme en un callejón a kilómetros de todas las personas que en algún momento estuvieron a mi alrededor, todo por estar unicamente entorno a una sola persona.
Como dije alguna vez, no es hora de volcar la página, es hora de cerrar el libro! pero y ahora qué?
Es una pena que la reacción llega tarde, cuando ya todo se desplomó, tal vez era lo que debía suceder, pero sucedió tan rápido que ahora, que ya no queda nada de pié me pregunto: ¿Qué pasó? ¿cómo sucedió? y tengo una necesidad........
Siempre somos ciegos y hay cosas que nunca queremos ver, pero la vida se encarga de enseñarnos todos los días. Que duro!
A partir de hoy no voy a intentar olvidar, porque es imposible. Intentaré aceptar que la responsabilidad fue mía y asumir las consecuencias! Nunca olvidaré pero cómo seguir?
Espero que mis proximas publicaciones sean en el marco de la línea que ya tenía hace tiempo y que ahora no la encuentro....

2 comentarios:

Antevasin dijo...

Estos momentos son muy duros. Durísimos!. Es verdad, pero también es verdad que crecemos en la adversidad. Sacarás muy buenos frutos y crecerás de forma impresionante. Valorarás este crecimiento a vista de pájaro de este momento.
Para poder salir de una situación y ver que es lo mejor que hacer muchas veces necesitamos desmoronarnos y renacer.
Eso si, olvidar nunca se olvida. Jamás.
Sigue escribiendo, eso libera.
Bonita entrada.

Diego Belfort Burton dijo...

Gracias por esas líneas muy oportunas... Sólo espero desmoronarme hasta lo último (que creo que he llegado a ese punto)....
Tienes razón escribir ayuda bastante y ya lo hice. Considero también que de la adversidad aprendemos mucho más.
Me siento muy feliz de estar en un estado cavilante, sólo que a veces desespera y son amigos (o visitantes) los que nos ayudan a encausarnos nuevamente y no desfallecer.